miércoles, 9 de febrero de 2011

Quiero ser un can?

En las vacaciones debería estar prohibido pensar de más… será que en mi caso personal, el humilde resort que me alberga a orillas de un lago disminuído a su mínima expresión  es el lugar propicio para la paja mental.? O seré yo? Que en mi calidad de auto impuesta relacionadora pública de El Peral vivo pensando de más? Que si lo estaré haciendo bien? Qué si mis abuelos estarían orgullosos de mí? Que si mis coapoderadas me confiarían a sus hijos? Que si el kiosko de la esquina me fiará? Que si me pusiera a buscar pega encontraría la de mis sueños?
OCIO. Este me transforma en una adolescente enfrentada a todos sus temores.
Miro de reojo (con lo que odio el mirar de reojo) el movimiento de los perros. Para donde irán? Los movilizará algo? Tendrán mayores pretensiones que hurguetear el basurero que alberga todos nuestros desechos?
Realmente admiro sus movimientos sin proyección? Me gustaría caminar sin la necesidad de preguntarme que será de mi mañana? Me acomodaría saber que los pelets serán mi menú de por vida?
Y de los perros paso en escases de segundos a preguntarme si finalmente estaré en lo correcto o me voy acercando al abismo? Al resto del mundo canino le gustará mi andar? Que perros serían mis amigos?… Porque obvio, a cada perro de la jauría le asigne un personaje de mi vida… y así, mientras saltan gotas de la piscina, de fondo el ruido de las motos de agua y  el olor a bronceador de coco inunda mi nariz,  yo me transforme en el único can que se cuestiona todo…
Y para meterme en la piscina me veo en la obligación de definir… Para mis hijos soy perfecta, para mis padres la mejor, para mi marido al menos suficiente, para mis amigas, lo que hay.